El Gato Ansioso: El caso de Q.

 

Todos los que han tenido mascotas saben que cada una posee una personalidad única, con miedos y deseos propios. En algunos casos, incluso pueden experimentar emociones como vergüenza, culpa, juego y ansiedad.

He convivido con un gato durante un tiempo. En este período he aprendido a entenderlo más allá de su comportamiento habitual; puedo reconocer cuándo está ansioso.

En el psicoanálisis lacaniano, la ansiedad surge del delicado y siempre cambiante juego entre tres registros fundamentales de la psique humana: lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real. La tensión inherente y el potencial de ruptura en su interconexión generan ansiedad. Aquí un breve desglose:

Lo Imaginario: Este ámbito abarca la identificación, el yo y la formación del sujeto a través de imágenes especulares e identificaciones con los otros. Es donde desarrollamos un sentido de unidad y coherencia corporal, principalmente en el estadio del espejo, cuando el infante se reconoce en el espejo. Sin embargo, este sentido del yo se basa en una imagen—una ilusión de totalidad que enmascara una fragmentación subyacente. Lo Imaginario se caracteriza por la méconnaissance (desconocimiento), donde nos malinterpretamos a nosotros mismos en la imagen que proyectamos. No se trata solo de cómo nos percibimos, sino también del proceso de identificación y la inestabilidad inherente que ello conlleva.

Lo Simbólico: Es el dominio del lenguaje, la ley, las estructuras sociales y las normas culturales. Representa el ámbito del "Gran Otro", el orden simbólico que precede y estructura la entrada del individuo en el mundo social. El Gran Otro no son meramente los padres, la sociedad o la religión, sino la estructura misma del lenguaje y la red de convenciones que gobiernan el sentido. A través del lenguaje intentamos simbolizar nuestras experiencias, dotarlas de significado e integrarlas en nuestra comprensión del mundo. Sin embargo, lo Simbólico es limitado: nunca puede capturar del todo lo Real.

Lo Real: Es el ámbito más allá de toda simbolización (palabra o imagen)—lo traumático, lo imposible, el núcleo que resiste ser integrado en el orden simbólico. Representa el límite de la simbolización, donde el lenguaje fracasa. Lo Real abarca los eventos traumáticos, la experiencia de la jouissance (un goce intenso y perturbador) y la falta fundamental que constituye la existencia humana. No se experimenta directamente en su pureza, sino que irrumpe en nuestra experiencia, desestabilizando lo Imaginario y lo Simbólico.

Estos registros suelen mantenerse en equilibrio (Fig.1), pero no son fijos; se adaptan a distintas situaciones. A grandes rasgos, la ansiedad puede manifestarse de dos formas:

  1. Cuando lo Imaginario se sumerge en lo Simbólico, excluyendo parcialmente lo Real: el sujeto se ve absorbido por pensamientos e ideas. Un “Simbólico sobrecargado” provoca la inmersión de lo Imaginario en lo Simbólico y un aumento en la zona de inhibición/culpa, lo que deriva en síntomas de un episodio neurótico. Como este proceso es principalmente impulsado por el lenguaje, la ansiedad no emerge de inmediato; aparece como un efecto secundario que obliga al sujeto a actuar y restaurar lo Imaginario en su posición segura, distanciado de lo Simbólico. Estos episodios suelen generar alienación de la realidad, con tensiones internas vinculadas a prohibiciones o culpas heredadas de la narrativa del Gran Otro (Fig.2).

  2. Cuando lo Imaginario se sumerge en lo Real, excluyendo parcialmente lo Simbólico: el sujeto queda abrumado por emociones y experiencias inmediatas difíciles de procesar o articular. Un “Simbólico debilitado” crea un vacío en la estructura simbólica, reduciendo la inhibición e incrementando la ansiedad. Para compensar, el individuo puede desarrollar síntomas que alivien el sufrimiento sin mediación de normas sociales o morales, reubicando lo Imaginario a una distancia segura de lo Real. Esto suele resultar en confusión y angustia, semejante a un episodio psicótico leve o una respuesta aguda al estrés (Fig.3).

Estos episodios suelen ser temporales, ya que la psique busca restablecer el equilibrio, pues la ansiedad prolongada es difícil de soportar. La psicosis existe en un espectro de severidad. Los episodios leves son pasajeros y manejables, mientras que los más graves pueden persistir e incluir delirios o alucinaciones, como en la esquizofrenia. No implican necesariamente una enfermedad permanente, pero sí pueden ser señales de alerta si se repiten con frecuencia.




Ampliando la psique lacaniana a los animales

El trabajo de Lacan se centra en el papel único del lenguaje simbólico en la constitución de la subjetividad humana. A través del lenguaje, el sujeto se inscribe en el mundo del sentido y en las relaciones sociales. Aunque los animales muestran conductas que pueden parecer similares (como los pájaros que coleccionan objetos brillantes para atraer pareja), estas suelen explicarse por biología evolutiva y etología, y no se consideran simbólicas en el sentido lacaniano.

Propongo, sin embargo, expandir esta perspectiva—no simplemente aplicarla—para incluir a los animales. Planteo que su comunicación, aunque distinta del lenguaje humano, puede mostrar elementos análogos a lo Simbólico, especialmente en especies sociales como perros y gatos. Llamo a esto el proto-Simbólico, diferenciándolo del orden simbólico plenamente humano. Este proto-Simbólico está compuesto por sonidos, gestos y señales con significados específicos dentro de su grupo social, junto con reglas jerárquicas—que en el caso de animales domésticos incluyen a los humanos.

La idea es explorar los fundamentos prelingüísticos de los procesos simbólicos y ofrecer nuevas perspectivas sobre el comportamiento animal, particularmente en relación con la ansiedad y la autopercepción. Sugiero que algunas conductas animales, sobre todo en especies domésticas, se parecen a una etapa cercana al estadio pre-especular en humanos: un momento donde la identificación y la anticipación de intercambio simbólico empiezan a emerger.

Perros: Han desarrollado una notable adaptación a la vida humana. Interpretan estados de ánimo, gestos y palabras de sus dueños. Aunque la ciencia del comportamiento lo explica como condicionamiento, sostengo que implica un proceso cognitivo más complejo dentro de lo proto-Simbólico. La conducta de “culpa” o “sumisión” podría entenderse como un esbozo de comprensión simbólica ligada a jerarquías sociales.

Gatos: Su comunicación se basa en vocalizaciones, lenguaje corporal y marcaje. Estas señales pueden leerse como significantes dentro de su proto-Simbólico, pero menos elaborado que en los perros, debido a su vida más solitaria. Sus conductas expresan estados emocionales, aunque no experimenten “culpa” como los humanos.

Aunque Lacan advirtió contra aplicar el psicoanálisis humano a los animales, creo que abrir este puente teórico puede enriquecer tanto la etología como la reflexión psicoanalítica.


El caso de Q

Q era un gato callejero, recogido con dos años. Conserva un miedo intenso a ruidos fuertes y repentinos: timbres, aspiradoras. Responde con bufidos ante escobas o cajas grandes. Cuando tiene hambre (o no le gusta la comida), da vueltas a mi alrededor, maúlla, ronronea y saliva en exceso, se sube a mi costado y mueve la cola con fuerza—claramente ansioso. Estas ansiedades probablemente provienen de traumas pasados y largos periodos de hambre en la calle.

Su hambre funciona como una irrupción de lo Real, una necesidad bruta e irrepresentable que desborda su proto-Simbólico. Interpreto su conducta como un déficit proto-simbólico: incapaz de elaborar narrativas estables para regular el estímulo, queda atrapado en la angustia. Esto recuerda, de forma análoga, la forclusión en humanos: una falla en la mediación simbólica frente a lo Real.

Q regula su ansiedad con conductas ritualizadas: caminar en círculos, ronronear, buscar caricias, o incluso orinar fuera del arenero cuando sus necesidades no se satisfacen. Estos actos son proto-síntomas, intentos de regular lo Real mediante repeticiones y señales que buscan provocar la intervención del humano.


Paralelos humanos

En los humanos, cuando un trauma o un estrés extremo interrumpe la capacidad de simbolizar, surgen respuestas similares: ansiedad, conductas repetitivas, dificultad para integrar la experiencia. Aunque operan en estructuras distintas—Simbólico en humanos, proto-Simbólico en animales—ambos buscan un mismo objetivo: manejar el malestar ante la irrupción de lo Real.


Lecciones y ética

Si aceptamos que los animales poseen una forma de inconsciente, estructurado por su proto-Simbólico, debemos también aceptar que pueden sufrir psicológicamente. Esto implica una responsabilidad ética: tratarlos con compasión, crear entornos que minimicen su angustia y reconocer su subjetividad.

Los gatos, en particular, han transformado sus “síntomas” de ansiedad en estrategias adaptativas que incluso benefician a los humanos: el ronroneo, los movimientos de la cola, la búsqueda de contacto. Como el sinthome en Lacan, estas conductas convierten el síntoma en recurso.

Los gatos nos enseñan paciencia, presencia en el momento y a transformar nuestros propios síntomas en algo vivible. Q, más allá de sus ansiedades, vive como un gato común: duerme mucho y suele estar tranquilo.

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