Convertirse en Hombre
Un hombre no es un hecho. Un hombre es una posición, un estado del ser en relación con la Ley, con el deseo y con la falta.
A menudo nos dicen qué es un “hombre”: fuerte, responsable, exitoso, sereno.
Pero esas son solo imágenes, roles, mitos.
Un hombre no es un hecho. Un hombre es una posición dentro de ti mismo.
No en tus músculos.
No en tu billetera.
Ni siquiera en tu edad.
Convertirse en hombre (o mejor, en “hombre simbólico”) es salir del rol de niño—no porque odies al niño, sino porque no puedes vivir toda tu vida esperando, complaciendo, demostrando o escondiéndote.
El niño quiere completud.
El hombre acepta la falta.
Género y Subjetividad
Esta posición de “hombre” no está ligada al género.
Cualquiera, sin importar su identidad de género, puede ocupar la posición de “hombre” en el sentido psicoanalítico—del mismo modo que cualquiera puede ocupar también la posición de “mujer”, entendida no como categoría biológica, sino como una estructura distinta de relación con el lenguaje, con la falta y con el goce.
Son posiciones, no identidades.
Y no se eligen una sola vez. Se caen en ellas, se resisten, se crecen con el tiempo.
La Posición del Niño
En psicoanálisis, el niño no es solo alguien joven. Es un rol asignado por los deseos y fantasías de los otros.
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El que quiere ser amado por completo.
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El que intenta reparar lo que está roto en los padres.
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El que vive dentro del deseo del Otro.
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El que espera ser reconocido, elegido o salvado.
El niño suele ser hablado, pero aún no habla en su propio nombre.
Es un reflejo, un marcador de lugar, una proyección—amado muchas veces por algo, pero raramente por su propio deseo.
La Posición del Hombre
Convertirse en hombre es decir:
No soy tu solución.
No soy tu espejo.
No soy tu niño en espera.
En cambio:
Hablo en mi propio nombre.
Asumo responsabilidad por mi falta.
Vivo a partir de un deseo que es mío—no heredado.
Esto no es arrogancia. No es dureza. Es estructura.
Un hombre es alguien que:
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Encuentra la Ley (límites, reglas, orden simbólico) y toma un lugar en ella.
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Encuentra el deseo y lo reclama como propio, incluso si le cuesta.
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Encuentra la falta y no colapsa—construye a partir de ella.
Esta estructura no es exclusiva de los hombres. Es una posición que puede ser reclamada por cualquiera que busque una subjetividad moldeada por la Ley, la pérdida simbólica y un deseo responsable.
Del mismo modo, la posición de la mujer tampoco se reduce a la biología. Ella habita en parte fuera del sistema de roles y reglas—no como incompleta, sino como excesiva.
El Giro
A veces, convertirse en hombre es solo una frase:
“Soy un hombre, no un niño.”
Y algo dentro de ti se desplaza.
Dejas de esperar.
Dejas de pedir permiso.
Dejas de intentar ser lo que ellos querían.
Hablas.
Te mueves.
Caminas hacia adelante—no porque estés seguro, sino porque estás cansado de mendigar.
Esto No Es Fácil
Salir de la posición de niño no significa olvidar lo que te hicieron.
Significa no quedarte congelado en ese rol.
Aún puedes sentir vergüenza, miedo, rechazo. Pero ya no organizas tu vida alrededor de eso.
La organizas alrededor de otra cosa:
Tu nombre.
Tu deseo.
Tu elección.
Esto es lo que el psicoanálisis llama un sujeto: alguien que no solo es actuado por otros, sino alguien que actúa, habla y se posiciona.
Palabras Finales
No eres el niño que usaron.
No eres el niño que espera.
No estás aquí para ser aprobado.
Eres un hombre.
No por edad, ni fuerza, ni tamaño, ni genitales—sino porque te levantaste, aceptaste la falta y caminaste hacia tu propio deseo.
Dejaste de vivir en la fantasía de ellos.
Escribiste tu propio nombre.
Una Pregunta para Ti
¿Qué forma has notado en que el niño todavía aparece en tu vida adulta?
¿Y qué significaría decir hoy—aunque sea en silencio—:
No soy más un niño. Soy un hombre.
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