Es la Esperanza tu Peor Enemigo?

Te has dicho durante años que tu gran idea despegará “cuando sea el momento adecuado”?. Actualizas tu correo esperando la respuesta a ese suplicio, ese único giro de la suerte, ese único brote de motivación que te salve?. A eso lo llaman esperanza. Suena bien tenerla, pero en realidad eso te deja inmóvil.

Esto no es una invitación a la desesperación; es un llamado a la claridad. Cuando la esperanza nace de la desesperación, anestesia; el Deseo, en cambio, se mueve, y es que a menudo confundimos esperanza o expectativa con deseo, y esa confusión detiene nuestra vida. Solo el Deseo impulsa la acción cuando el resultado es incierto.

La trampa de la expectativa: un contrato que el mundo nunca firmó

La expectativa es un contrato privado que escribes con la realidad sin avisarle a la realidad. “Si trabajo duro, me ascenderán en junio”. Cuando junio pasa, te sientes robado; la factura que enviaste al universo regresa con el sello: no existe esa cuenta. La expectativa se dirige a un garante imaginario del orden; llámalo el Garante Cósmico, Dios, el mercado, el destino, ese “Gran Otro (A)” de Lacan. Estás apelando a un destinatario que no puede ni tiene que responder. Por eso la expectativa corroe: convierte el esfuerzo en derecho adquirido y el tiempo en deuda, y cuanto más esperas, más te “debe” el mundo en una moneda que nunca aceptó.

El azúcar que adormece: el optimismo

El optimismo es el azúcar que ayuda a tragar ese contrato. Promete que la factura se pagará pronto. “Solo un poco más; el mes que viene todo cambiará”. Esa dulzura aplaza el duelo y aplaza la acción. Las fantasías sobre un futuro mejor desbordan las decisiones que sí podrían cambiar hoy. Poco a poco, dejas de poner a prueba la realidad y empiezas a negociar con una ficción.

Si sigues posponiendo el contacto con la realidad, acumulas pequeñas traiciones. “La vida me debe” se agria en “La vida me falló”; luego en teologías privadas: “Dios me castiga”, “Tengo mala suerte”, “Estoy maldito”; y por fin cuaja en “Fracasé; siempre fracasaré”. La pesadez que sigue no es tristeza común; es el derrumbe que llega cuando el universo por fin devuelve tu pila de facturas impagas con el sello de fondos insuficientes. Cerrar cuentas con rapidez no es frialdad; es la manera en que el deseo se mantiene móvil.

El antídoto: el deseo como acción orientada por un propósito

El Deseo, entendido como acción orientada por un propósito, no espera que el mundo co-firme tu vida. No es un ruego al techo, sino una postura que asumes cuando se han retirado las garantías. Cuando Lacan dice “no cedas en tu deseo”, la instrucción no es creer más fuerte ni abrazar una ficción reconfortante; es actuar desde lo que importa incluso cuando no hay retorno prometido. El deseo es tu orientación de fondo, el hilo conductor de tu talento y tu vivacidad. Se mueve con sobriedad. Elige, arriesga, aprende. Es anti-sedante. El deseo no es expectativa, y sobre todo no es Esperanza.

¿Cómo vivir en ese espacio del deseo, donde no hay garantías? 

Aquí construyes una espina dorsal pragmática, la que los estoicos entrenaron

- Ensaya lo que puede salir mal para no quedarte en shock cuando ocurra. 

- Divide el campo entre lo que te corresponde hacer y lo que le pertenece al universo, y mídete solo por lo primero. 

Esto no es fatalismo; es la eliminación de la sorpresa. Una vez que la fricción tiene nombre, la afrontas sin teatro. No puedes forzar un sí, pero puedes colocarte donde una respuesta real sea posible.

La acción con propósito practica cortes. Recorta la grasa de las líneas de tiempo fantaseadas y las sustituye por encuentros breves y honestos con la realidad. En vez de esperar que “cuando sea el momento” noten tu trabajo, pones fecha, muestras la obra y tratas la respuesta como datos. En vez de aguardar a que una relación “se calme”, enuncias el límite con el que puedes vivir y lo sostienes. En vez de prometerte que aparecerá tiempo creativo, le das al trabajo un hogar diario, por pequeño que sea, y proteges ese espacio de la negociación. Cada corte rehúsa la anestesia. Cada corte te devuelve el día.

Este ritmo se afila cuando decides de antemano qué contará como suficiente para continuar y qué contará como cierre limpio. Escribe esos umbrales antes de que entren las emociones. Si la respuesta está muerta tras una prueba justa, cierras el expediente y haces duelo con prontitud; dejar que la pérdida sea pérdida libera al deseo de la promesa de ayer. Si hay una señal viva, redoblas la atención y la llevas adelante. En ambos casos te mantienes en conversación con la realidad, no con el garante imaginario al que antes te dirigías como a un padre cósmico.

El giro estructural, en términos llanos, es este: 

"Dejas de dirigirte al Garante Cósmico para exigir una garantía y empiezas a actuar desde el deseo sin ella."

En taquigrafía lacaniana, es pasar de S → A, el sujeto que apela (S) al Gran Otro (A), a $ ◊ a: el sujeto barrado ($), consciente de la falta, orientado por el objet a (la causa del deseo). 

No necesitas los símbolos para vivir esta ética. Lo central es claro: 

"Deja de pedir permiso a un Universo que no puede responder y da el próximo paso verdadero porque es lo único que te pertenece."

La esperanza, como estado de ánimo, no es el enemigo. Su versión narcótica sí lo es: aquella que aplaza decisiones y te mantiene negociando con un destinatario ausente. La acción orientada por un propósito rompe esa negociación. Cambia el consuelo blando del “pronto” por el consuelo más firme del oficio: metas concretas, ciclos breves, retroalimentación honesta y la serena valentía de seguir moviéndote sin garantías. Nada está asegurado. Actúas de todos modos. Eso no es amargura. Eso es soberanía.

Da hoy el primer corte. Por corte quiero decir una decisión concreta que crea un antes y un después e invita una respuesta real del mundo. Toma el deseo más silencioso y persistente que has estado esperando que se resuelva solo. Nómbralo sin poesía. Elige ahora una acción física que puedas realizar en las próximas cuarenta y ocho horas y que genere una respuesta real, un sí, un no, datos o fricción. No un pensamiento. Una acción. Envía el correo. Agenda la conversación. Publica el párrafo. Da un paso hacia la libertad. Cuando el mundo responda, aprende, ajusta y continúa. Luego da el siguiente corte.

Comments

Popular posts from this blog

Unmasking Evil: The Truth Behind Our Darkest Desires

The Anxious Cat: The Case of Q

The Cat F. and her object of desire