Lo Real, la Realidad y el Vacío entre Nosotros
Comencé a estudiar psicoterapia hace algunos años porque había, entre otras, una pregunta que nunca me dejaba tranquilo. Quería entender qué es la realidad. La palabra parece sencilla, incluso ingenua, pero se disuelve en cuanto intentamos definirla con seriedad. Por un lado está la realidad que estudia la ciencia, limitada por sus instrumentos, modelos y métodos. Por otro lado está el mundo tal como se nos aparece, organizado por la percepción y por la estructura de la mente. Kant dejó este punto claro: todo lo que conocemos está filtrado por nuestra manera de conocer. El mundo en sí mismo, la Cosa en Sí o Noúmeno, permanece fuera de nuestro alcance.
1. Si pensamos entonces la realidad desde el Noúmeno, ese sería el dominio que existe independientemente del sujeto, aunque nunca podamos conocerlo de manera directa. No es un mundo perfectamente organizado, pero sí es un ámbito real que ninguna experiencia humana puede poseer. Está ahí, silencioso e inaccesible, más allá de cualquier medición.
2. Lacan toma este problema y propone que ese Noúmeno, cuando intersecta con el sujeto, se transforma desde dentro del sujeto mismo. Así propone lo Real, que para él no es el mundo físico ni la naturaleza. Lo Real no está fuera del sujeto, sino en el sujeto, como eso que atraviesa la experiencia sin poder instalarse en el sentido. Lo Real es la falla, el desgarro, el límite donde el lenguaje se detiene.
3. La realidad que vivimos cada día es otra cosa: son las explicaciones a través de símbolos, palabras, frases, historias, imágenes, identificaciones y deseos con las que intentamos dar sentido a lo que experimentamos. La realidad es lo Real puesto en sentido. Es una construcción que utilizamos para protegernos del impacto del Real y del Noúmeno.
4. Pero la vida humana no se reduce a estos niveles. Además de la realidad personal existe otra capa, una realidad inventada pero compartida, siempre en lo simbólico y lo imaginario. Allí entran las religiones, la cultura, la ley, los mitos, los sueños colectivos e incluso el realismo mágico. Son ficciones que funcionan como realidades porque todos aceptan habitar en ellas. Estas narrativas colectivas llenan el vacío entre sujetos y permiten que comunidades enteras vivan como si compartieran un mismo mundo. Es la realidad compartida.
Así, cada persona vive dentro de su propia realidad simbólico imaginaria. Cada uno fabrica su mapa. Y cada uno convive con su propio Real interno, siempre singular. No hay dos Reales iguales, incluso cuando dos personas viven en la misma casa.
5. Entre estos mundos personales y estas ficciones colectivas aparece un espacio que ningún sujeto puede controlar. Es el vacío inter subjetivo, el vacío entre las personas, ese mundo intermedio que es parte de nosotros y parte del Noúmeno. Jung lo habría llamado el mundo de los arquetipos, aunque no de manera idéntica. Este vacío no pertenece a nadie y no puede ser colonizado por ninguna estructura simbólica. Es el lugar donde nuestra realidad se encuentra con la del otro y donde ninguna encaja del todo. Este vacío recuerda a una parte del Noúmeno kantiano porque existe sin depender de ninguna subjetividad, aunque excluye las cosas del mundo físico. Es el silencio entre individuos. Está allí, marcando el límite de toda comunicación.
6. Y aun así hay algo más. Hay acontecimientos que irrumpen desde fuera y atraviesan a todos por igual. Una explosión, un terremoto, una catástrofe. No son Reales en el sentido de Lacan, porque lo Real lacaniano es siempre singular e inscrito en cada sujeto. Pero sí son eventos que ocurren en la realidad y que deshacen el orden simbólico de todos de la misma manera. Un acontecimiento así afecta a todos, aunque cada uno lo inscriba en su interior, en su propio Real, de manera diferente.
Me encuentro a diario lidiando con todos estos niveles. Como científico, lacaniano, ingeniero, gerente y apasionado creador observo cómo cada persona transforma mis palabras según su propio mapa. Digo necesidad del usuario y escuchan estrategia de ventas. Digo innovación y escuchan caos. Transmitir ideas es atravesar el miedo del otro, y entre mi realidad y la del otro se abre un vacío infinito, ese espacio inter subjetivo entre la realidad y lo Real. Ningún lenguaje lo llena por completo.
Lacan señaló esta imposibilidad cuando dijo que no existe una relación sexual. Toda comunicación pasa por el Imaginario, por el Simbólico y por el Real de cada uno. Pero más allá de eso también está este vacío que ninguno controla y que ninguna ficción colectiva logra sellar del todo. Vivimos entre mundos que no coinciden, entre Reales que no pueden tocarse y ante acontecimientos que rompen las certezas de todos.
La mente humana, producto de una evolución primitiva, encontró una solución. Frente a esta complejidad construimos imágenes de nosotros mismos. El imaginario nos sostiene. El simbólico intenta organizar los fragmentos y lo Real nos empuja a movernos. Con esa maquinaria entramos en contacto con los otros, sabiendo que siempre habrá algo que no entenderemos y algo que no lograremos decir. A veces de ese encuentro nace la solidaridad. A veces, el conflicto.
He intentado durante años tender puentes entre culturas, personas y realidades distintas. He fracasado muchas veces y seguramente seguiré fracasando. Pero sigo intentándolo, porque ese gesto de ofrecer al otro lo que no tenemos, a quien quizá no lo necesita, es la forma más exacta del amor según Lacan. Amar no es cerrar la brecha que nos separa, porque esa brecha es estructural e imposible de eliminar. Amar es intentar cerrarla, reconocerla y, a pesar de ella, acercar la mano hacia el otro aun sabiendo que nunca lo alcanzaremos. Como las manos que nunca llegan a tocarse en la Creación de Miguel Ángel.
Amar entonces es habitar ese espacio diminuto entre las intenciones cuando se acercan. Hay un deseo, sí, de compartir mundos, información, creaciones, y esa intención es todo. Más allá de la idea romántica, amar a nuestros semejantes es la compasión de ofrecer tiempo de escucha, aun sabiendo que nuestras palabras nunca encajarán por completo en la experiencia del otro. Escuchar no es aceptar todo, sino admitir que nuestra propia mirada no es la definitiva.
Debo confesar que, aunque la realidad se me escapa en su definición, lo más cerca que he llegado ha sido cuando comparto puntos de vista. Escucho visiones que no había considerado y acepto mis puntos ciegos. Más allá de tener razón o no, entiendo que la realidad no puede definirse por más ciencia, datos o seguridad que poseamos. Y es que lo que daña al mundo no es la realidad, sino lo que hacemos con ella. Creer que existe una sola realidad, y asumir que precisamente es la mía, conduce a la injusticia, al estancamiento y al fracaso de individuos, empresas e incluso naciones.
Reconocer que nuestras decisiones pueden ser equivocadas y estar dispuestos a corregirlas abre el camino a la libertad, la creatividad y la innovación. Vivimos inmersos en múltiples realidades personales, sostenidos por ficciones colectivas, interrumpidos por acontecimientos que nos exceden, mientras el vacío inter subjetivo permanece silencioso, siempre más amplio y más profundo que cualquier palabra que usemos para atraparlo.
Somos puentes rotos, huecos que caminan, y en ese caminar la vida sigue.
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